Instituto Superior

de Estudios para la Familia

Juan Pablo II”

Maestría en Ciencias de la Familia

 

Problemas Fundamentales de Filosofía

Ensayo Final

 

Por Carlos Alberto Jardón

5 de octubre de 2001

Prof. Alejandro Landero

 



I. COMO COMBATIR EL RELATIVISMO

 

Nada es verdad ni es mentira todo depende del cristal con que se mira”

William Shakespeare

 

a) Los postulados del relativismo

Si los conceptos de bien y mal son relativos ¿quién me defenderá de aquel que cree que mi bien es su mal?

El relativismo según entiendo puede permear cualquier aspecto del hombre y sus relaciones con los demás, se habla entonces de un relativismo ético que tendría que ver con la negación de valores universalmente válidos para todos y nadie tendría el derecho de imponer a los demás su propio concepto de moral; de un relativismo epistemológico relacionado con la verdad: solo es verdad lo que es verdad para mí, no podemos entonces conocer verdades absolutas sino solo las que son verdaderas para nosotros […]la verdad y el bien lo son sólo en la medida de la relación que yo guarde con ellos; es decir, en el grado que yo considere aquello como bueno o como malo, como verdadero o como erróneo” [1] ; de un relativismo cultural que postularía que todo (valores y formas de conocer) es relativo a la cultura en que se genera y se desarrolla, siendo las mismas culturas relativas a un determinado pueblo y a un determinado tiempo; y últimamente el Cardenal Ratzinger ha hablado de un relativismo en la teología junto con el relativismo religioso, para el cual cualquier propuesta religiosa es verdadera y el conjunto de todas las religiones nos acercarían apenas a la verdad de Dios.

 

Si admitiéramos radicalmente el relativismo caeríamos en un permisivismo tal que no sabríamos discernir el bien del mal y como afirma Carlos Llano ¿quién me defenderá del atropello de los que consideren que mi mal es su bien?”.

 

Es conocida la gran aporía de las tesis relativista: Si afirmo que todo es relativo, esta misma afirmación lo es y entonces no todo es relativo, de igual manera si afirmo que no hay verdades absolutas, esta misma afirmación posee carácter relativo y entonces tenemos que admitir que hay verdades absolutas y si nadie puede imponer nada a nadie tampoco se nos puede imponer esto.

 

Cuadro de texto: En la actualidad no importa tanto la verdad del ser sino su utilidad          La “verdad de las cosas” es un tema que la filosofía clásica siempre había tratado, es de alguna manera, su problema fundamental. En la actualidad nos enfrentamos a un determinado modo de pensar que ya no se preocupa por descubrir la verdad de las cosas sino que se preocupa por la utilidad de las cosas. No ya por que las cosas nos manifiesten la verdad de lo que son sino por que las cosas puedan ser utilizadas. «La filosofía se pregunta si el hombre puede conocer la verdad, las verdades fundamentales sobre sí mismo, sobre su origen y su futuro, o si vive en una penumbra que no es posible esclarecer y tiene que recluirse, a la postre, en la cuestión de lo útil» [2] .

 

Carlos Llano habla del “culto a la opinión” de nuestros tiempos y de la exaltación del yo contraponiéndola a la verdad de las cosas que está más allá de lo que yo crea de ellas. La opinión no siempre corresponde con la verdad de las cosas y nunca la mayoría tiene la absoluta razón.

 

 

b) La respuesta al relativismo

 

1.      La misma vida cotidiana nos muestra que hay verdades que todos aceptamos so pena de entrar en contradicción con nosotros mismos y con otras verdades elementales, por ejemplo que el ser no es el no ser, el todo es mayor que la parte, el bien debe procurarse y el mal evitarse. Si aceptáramos el relativismo, cada persona tendría derecho a tener su verdad y sus particulares criterios para definir lo bueno y lo malo, al no haber una ley o verdad universal obligatoria para todos ¿en nombre de quien se castigaría al delincuente si el alegara que su verdad es robar?

 

El relativismo choca con lo que sucede de hecho en la vida práctica: sería difícil encontrar a alguien que no protestara de cualquier modo en contra de una injusticia, un robo o una violación a sus derechos en nombre de la tolerancia a todas las ideas y a todas las opiniones, incluidas aquellas que piensan que robar es bueno.  

 

 

2.      Hay que mostrar que el relativismo en realidad es la muerte del diálogo y de la cultura. Si lo único que importa es la opinión y no tanto la verdad, entonces no vale la pena dialogar ni tratar de convencer a nadie. Sin embargo dos afirmaciones contradictorias no pueden ser igualmente verdaderas, pero la persona que adopta la postura relativista está adoptando en realidad una postura cómoda en la que no necesita argumentar algo.

 

El relativismo echa por tierra los sueños de la democracia y de las sociedades modernas. Si existe una relatividad ética se pasa a un permisivismo que no corresponde con lo que de hecho el mismo relativista estaría dispuesto a admitir. El relativismo es el reino de la pura subjetividad en el que no hay que responder ante instancias objetivas, de tal manera que si alguien quiere imponer un gobierno teocrático basado en el Corán o monárquico absolutista en alguno de los países occidentales tendríamos que tolerarlo ya que su verdad es tan verdadera como la de la democracia.

 


3.      Los argumentos relativistas caen por sí mismos:

 

q       "la verdad no es universal" (¿excepto esta verdad?);

q       "nadie puede conocer la verdad" (salvo tú, por lo que parece);

q       "la verdad es incierta" (¿es incierto también lo que dices?);

q       "todas las generalizaciones son falsas" (¿ésta también?);

q       "no puedes ser dogmático" (con esta misma afirmación estás demostrando ser bastante dogmático);

q       "no me impongas tu verdad" (tú me estás imponiendo ahora tus verdades);

q       "no hay absolutos" (¿absolutamente?);

q       "la verdad sólo es opinión" (tu opinión, por lo que veo).

 

4.      Tenemos que mostrar también que dos afirmaciones contradictorias no pueden ser verdaderas. Por ejemplo si afirmamos que los hombres mueren una sola vez y por otro lado se afirma que los hombres no mueren una sola vez sino tantas veces como son objeto de reencarnación, no podemos sostener ambas posturas como verdaderas por su evidente contradicción, una sola tendrá la posibilidad de acercarse a la verdad del asunto.

 

 


II. LOS JUEGOS DE LA TOLERANCIA

 

Cada año mueren miles de niños cuyos padres, por razones religiosas, se niegan a practicarles transfusiones de sangre necesarias para salvar la vida. En una sociedad que propugnara la tolerancia como su valor supremo, no se tendría que castigar a los testigos de Jehová que niegan transfusiones de sangre a su hijos ni los jueces tendrían que tomar partido al respecto, debieran ser tolerantes con cada una de las ideas, incluyendo las que atentaran contra la dignidad y la vida humana. No obstante, se intuye que debe haber unos límites para la tolerancia.

 

Cuadro de texto: El concepto clásico de tolerancia implica el permitir un mal menor a fin de evitar males mayores o no impedir bienes mayores          Santo Tomás nos dice que «en el régimen humano la autoridad tolera con acierto algunos males para no impedir algunos bienes o para que no incurra en males peores»  y como bien señala Carlos Llano no se trata de cometer o autorizar los males sino solo de permitirlos. Aquí encontramos la distinción entre bien y mal que es precisamente la que el relativismo no puede sostener y así el concepto moderno de tolerancia estaría enraizado en el relativismo y en la indiferencia; la tolerancia contemporánea es una "tolerancia volteriana" (que Voltaire trata en su “Tratado sobre la tolerancia”) es aquella «[…] actitud exigida por la imposibilidad de llegar a la verdad: una tolerancia universal entendida como indiferencia, y fundamentada en el supuesto de que no existe la verdad ni el error; sino sólo opiniones (además, según llega a escribir, todas insensatas)» [3] y cuyos límites también fueron señalados por Voltaire: «lo que no es tolerable el precisamente la intolerancia, el fanatismo, y todo lo que pueda conducir a ello» entramos así en el “juego de la tolerancia”.

Pareciera que Voltaire no se dio cuenta (o no quiso hacerlo) de lo ilógico y circular de su postulado pues ¿quién decide que una persona o un grupo de personas son intolerantes?. Su postulado está fundado no en una autoridad externa sino en la tolerancia misma y lo que se funda en sí mismo tiene carácter de absoluto y entonces no tener límites. ¿en tiempos del martirio de los cristianos bajo el imperio romano quiénes eran los intolerantes? ¿y en tiempos de Hitler quienes eran los intolerantes, los soldados y las ideas del Führer o las personas que se resistieron a sus políticas de exterminio? Si somos coherentes con la idea de tolerancia “volteriana” no tendríamos que condenar los campos de concentración ya que Hitler no toleraba la intolerancia en contra de sus ideas y por lo tanto hacía bien en asesinar a los intolerantes que no aceptaban su peculiar manera de pensar ¿por qué no tolerar a los neonazis de la actualidad?.

 


Apelando a la libertad

El juego de la tolerancia apela a una libertad de hacer, decir y pensar lo que a uno le plazca en nombre de la libertad se habla así de libertad de prensa, libertad de cultos, libertad de conciencia, libertad para planificar la familia, libertad hasta para elegir el rol sexual, etc. etc.

Sin embargo la libertad no es absoluta, esto es una realidad que el mismo sentido común nos hace evidente (por ejemplo al darnos cuenta que no elegimos nacer ni ser varones o mujeres). «La libertad humana no es absoluta, sino relativa a una verdad y a un bien que son independientes de ella, y a los que debe dirigirse, aunque tenga efectivamente el poder de no hacerlo» –afirma Aguiló-. Cada uno puede hacer lo que le plazca pero no siempre hará lo bueno o lo mejor, solo por hacer lo que le plazca ¿por qué no dejar en paz al que ha decidido arrojarse desde lo alto de un puente? La diferencia entre la libertad y el libertinaje (que es la caricatura de la libertad y una esclavitud velada) es la responsabilidad frente a valores que no puedo sobrepasar impunemente.

 

En nombre de la libertad de expresión por ejemplo, últimamente se han hecho películas que atacan frontalmente el cristianismo y en particular a la Iglesia Católica. Si a algún católico se le ocurriera hacer películas en contra de las malas películas que atacan a su Iglesia es muy probable que sería tachado de intolerante mientras que los directores y productores de las segundas son aclamados como “artistas” y tolerantes por estar en contra de la intolerancia católica. Eres intolerante por ser católico, dirá algún extremista: detrás de su afirmación estaría la posibilidad de que él puede violentar o contradecir mis ideas mientras que si yo hago lo mismo con las suyas soy intolerante ¿no será más bien un juego que se basa en un prejuicio? Una postura fácil que no se preocupa de mirar si las ideas católicas son verdad o no sino una descalificación a priori que se vuelve un refugio en el que puedo esconderme cuando mis ideas sean contradecidas; después de todo: “pienso ergo existo” así que si alguien se atreve a decir que mi pensamiento puede ser erróneo estará poniendo en peligro mi propia existencia. Es curioso que el adjetivo intolerante se haya vuelto una salida fácil y una descalificación común en los debates. Cuando ya no tengo argumentos acuso al otro de intolerante y entonces salgo bien librado, las mismas palabra intolerante, intolerancia parecen tener una carga emocional negativa que los medios de comunicación saben manejar muy bien.

 

 

¿En qué quedamos entonces?

 

Si la tolerancia, siguiendo a Santo Tomás, es el permitir el mal menor a fin de evitar un mal mayor o de no impedir un bien mayor, es necesario que rechacemos cualquier relativismo ético. Solo así salvaremos el ideal de la tolerancia que es la paz. No se trata de ponernos de acuerdo sobre la bondad o maldad de un acto -estos son buenos o malos independientemente de lo que yo o la mayoría creamos- sino de descubrir de nuevo lo que es propio del hombre, su naturaleza y su dignidad, lo que está más allá de cualquier consideración personal o ideológica. En este caso, la democracia tiene sus ventajas a fin de evitar un mal mayor como podría ser el autoritarismo o la dictadura, pero no quiere decir que necesariamente la mayoría tiene razón o que todo se debe dar por consenso ¿acaso el color del mar o la salida del sol se deciden por consenso? ¿acaso a fuerza de votos los gays se van a convertir en mujeres y sus uniones en una verdadera familia? La democracia no puede lograr, a fuerza de votos que lo malo se convierta en bueno y lo falso en verdadero –hay que recordar que Hitler llegó al poder en elecciones limpias y democráticas y no por eso sus acciones fueron moralmente buenas. Lo único que puede hacernos escapar de los juegos de la tolerancia es la búsqueda de su fundamentación en una verdad y unos valores que sean válidos para todos y no sólo en el capricho de alguien o de algunos.

 

Cuadro de texto: ¿Acaso se decide por consenso el color del mar o la sucesión de los días y las noches?          La tolerancia no está peleada con las convicciones firmes y verdaderas. No se trata tampoco de ser arrogante y, como dice Aguiló- andar por la vida como dando lecciones, como engreído poseedor único y absoluto de la verdad pero si se debe afirmar que “en esta búsqueda de la verdad en que todos debíamos estar empeñados, las opiniones que más se acerquen a ella son mejores que las opiniones que estén más lejos”. La verdad a fin de cuentas, al no depender de mi, no es un objeto que posea sino que soy interpelado y poseído por ella como dice Alejandro Llano. Admito entonces que el otro piense como lo hace pero no admito que siempre esté en lo correcto en nombre de la tolerancia (hay que recordar que dos afirmaciones contrarias no pueden ser verdaderas ambas). “Hay que odiar el error y amar al que hierra” decía San Agustín.

 


III. FUNDAMENTO DE LA SOLIDARIDAD

 

Si no existe una naturaleza humana, ni una ley natural ni verdades absolutas ¿en qué se debe fundamentar la solidaridad con el otro?

 

La solidaridad solo puede estar basada en el respeto a la dignidad trascendente del hombre que está más allá del mero contrato social. Está basada en dos niveles distintos –afirma Joseph Mahfouz- uno psicológico y otro de orden ontológico. Por ejemplo, la solidaridad entre los jóvenes, los adultos, las mujeres, los negros, los comerciantes, etcétera, se debe ya sea a la edad, al sexo, a la raza, a la profesión, etc., es de orden psicológico mientras que la solidaridad entre los hombres como seres humanos, independientemente de su edad, raza, sexo, oficio, nacionalidad, etc., que me compromete a mi hombre, con todos los hombre, sean quienes sean, es de orden ontológico. Por el simple hecho de ser un ser humano soy ontológicamente solidario de todos los seres humanos en donde se encuentren, cualquiera que sea su condición y cualquiera que sea la época en que hayan vivido. Esta solidaridad de orden ontológico, que me vincula a todo el genero humano, es real e indefectible; mientras que la solidaridad de orden psicológico es real, pero variable. La solidaridad ontológica está dada por la comunidad de origen y por la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres (Pío XII). El contrato social como base de la solidaridad se quedaría en este nivel de orden psicológico y por lo tanto sería tan cambiante como las opiniones de quienes lo propusieran.

 

La solidaridad se relaciona con la justicia al manifestarse en la distribución de los bienes y en la remuneración del trabajo. Es inaceptable que solo el 20% de los seres humanos disfruten del 80% de los bienes. El Papa nos deja principios claros que deben regir la solidaridad económica : "Los que cuentan con más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Éstos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte, los grupos intermedios no han de insistir egoístamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás" (SRS 39).

 

¿Y por qué se ha de hacer eso? Algunos parecen olvidar la solidaridad ontológica que apunté más arriba. Los bienes de los que puede disponer el hombre no le son propios, ya que al nacer nace desprovisto de ellos y el hecho de ganarlos no le exime de ser un mero administrador de los bienes que no son suyos sino de todos.

 

El Papa habla después de la solidaridad en las relaciones internacionales. "Superando los imperialismos de todo tipo y los propósitos por mantener la propia hegemonía, las naciones más fuertes y más dotadas deben sentirse moralmente responsables de las otras, con el fin de instaurar un verdadero sistema internacional que se base en la igualdad de todos los pueblos y en el debido respeto de sus legítimas diferencias" (SRS 39).


IV. LO QUE IMPLICA EL DESARROLLO HUMANO

 

El preámbulo necesario de un desarrollo humano será partir de un determinado concepto de hombre y a partir del sentido de la vida. Si pienso que el hombre es solo un homo faber pues entonces el desarrollo estará condicionado a incrementar la capacidad de fabricar de los seres humanos. Si el hombre es una pasión inútil pues lo que hay que hacer es eliminarla, etc.

 

Si se tiene un concepto reduccionista del ser humano, limitándolo a cualquiera de sus dimensiones, ya sea la biológica, la psicológica o la corporal, el desarrollo de igual manera responderá a cualquiera de estas instancias dejando de lado las otras.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica (2441) afirma: «Acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de sí mismo constituye la base de todo desarrollo completo de la sociedad humana». En pocas palabras el Catecismo nos da la clave integral del desarrollo humano, toca el aspecto individual cuando señala el conocimiento de uno mismo y toca el aspecto colectivo cuando señala a la sociedad humana.

 

 

 

 

CONCLUSIÓN

EL OLVIDO DE LA METAFÍSICA

 

Tanto el problema del relativismo, como los juegos de la tolerancia, la fundamentación de la solidaridad y del desarrollo humano tienen que ver con el olvido de la metafísica. Tanto en la política, como en la ética y en la ciencia se ha dejado de lado la verdad de las cosas y del ser.

 

Y no es tanto que el hombre ya no se pregunte por las cuestiones del sentido, de su naturaleza o de la verdad sino que ahora se pregunta por las cuestiones de la utilidad y confunde el ser con el hacer. También hay quienes pareciera que ya no se preguntan o que esconden esas preguntas bajo el velo de la tolerancia y de una existencia vitalista, propia de muchos adolescentes y adultos posmodernos.

 

La tarea del pensador cristiano será volver a un realismo sano y rescatar lo mejor de cada una de las corrientes filosóficas, de aquellas que no contradigan la dignidad que cada ser humano tiene como imagen de Dios.


FUENTES

 

AGUILÓ, ALFONSO, La Tolerancia

http://www.interrogantes.net

 

LLANO CIFUENTES, CARLOS, Los fantasmas de la sociedad contemporánea,

Trillas, México, 1995.

 



[1] LLANO CIFUENTES, CARLOS, El diccionario de la tolerancia, Revista Istmo, p. 18 (sin fecha).

[2] RATZINGER, J., Fe, verdad y cultura

http://www.multimedios.org/bec/etexts/refrat.htm

[3] AGUILÓ, ALFONSO, La tolerancia

http://www.interrogantes.net